Una buena
digestión empieza en la mente, con una predisposición tranquila y mejor en silencio, masticando con conciencia los alimentos. Continúa en la
boca, segregando la enzima ptialina, responsable de convertir el almidón en
azúcar durante el proceso de masticación e insalivación. Esta enzima requiere
un medio alcalino para poder actuar sobre el almidón, en cambio, las proteínas
requieren un medio ácido como el estómago para su digestión, a través del ácido
clorhídrico y de la enzima pepsina.
Si mezclamos
hidratos de carbono o almidones con proteínas, el medio ácido del estómago destruirá
la ptialina, fermentando el almidón y produciendo gases tóxicos y putrefacción
dentro del organismo. Por lo tanto, para tener una buena digestión, una buena
asimilación y una buena evacuación, debemos tener en cuenta algunos principios
básicos que más adelante se detallarán.
Cuando
hablamos y comemos a la vez, masticamos insuficientemente los alimentos o lo
hacemos bajo condiciones físicas o psicoemocionales desequilibradas, no se van
a dar las condiciones necesarias en el organismo para que la digestión se lleve
a cabo correctamente.
Otro de los
errores frecuentes que forman parte de nuestras costumbres sociales es la de
comer frutas y dulces de postre. Estos alimentos son de muy fácil y rápida
digestión, por el contrario, las proteínas requieren largas horas para poder
ser desintegradas, sobre todo las de la carne. Esta mezcla hace que los azúcares
queden retenidos hasta la total degradación de las proteínas, dando lugar a una
digestión anormal donde el organismo se ve forzado a digerir mediante la
proliferación de bacterias que fermentarán este alimento, produciendo toxicidad
y putrefacción dentro del aparato digestivo que más tarde pasará al torrente
sanguíneo y los órganos de eliminación se verán sobrecargados, robándonos
energía que debería estar disponible para otras funciones, en lugar de hacernos
sentir la típica somnolencia de después de comer.
La fruta
deberíamos comerla en ayunas o fuera de las comidas, aunque hay algunas
excepciones como la manzana que es neutra y no interfiere en la digestión y también
la piña y la papaya que contienen las enzimas bromelaína y papaína,
respectivamente, que ayudan al proceso
digestivo.
Tampoco
debemos mezclar dos féculas o almidones distintos, como la típica combinación
de lentejas con patatas o arroz. Se dice que si un vegetariano combina las
lentejas con el arroz, puede obtener todos los aminoácidos esenciales que
forman proteínas completas, y es cierto, pero ¿de qué nos sirve si luego no
podemos asimilarlas? Si disociamos estos alimentos conseguiremos asimilarlos
correctamente sin poner en riesgo la salud.
Mezclar
proteínas de muy distinta naturaleza como, por ejemplo, un bistec y una
tortilla, ocasiona putrefacción que más tarde será reabsorbida a través del
intestino. Los hidratos de carbono fermentados se descomponen en dióxido de
carbono, ácido acético, alcohol y agua, producto del metabolismo de las
bacterias creadas para la descomposición de los alimentos mal combinados; los
tres primeros son tóxicos y el agua ralentiza la digestión, agravando la
situación. Si además mezclamos los carbohidratos con grasas, éstas se enrancian
en el estómago y en el intestino, produciendo carencia de ácidos grasos
esenciales (AGE) y glicerol, superando la capacidad del organismo para
depurarse y poder eliminar el exceso de toxicidad, que se sumará a la que ya
nos llega por otras fuentes tanto exógenas (medicamentos, pesticidas, contaminación
atmosférica y electromagnética) como endógenas (estrés), por no hablar de los
procesos inflamatorios que desencadena.
Cualquier
factor que reduzca el poder digestivo o lo ralentice, favorece la proliferación
de bacterias destinadas a descomponer los alimentos. Cada alimento tiene un
tiempo determinado para su descomposición dentro del organismo, así como unas
enzimas específicas que sólo pueden actuar si se dan las condiciones adecuadas.
Fischer, bioquímico alemán que hizo grandes aportaciones a esta ciencia,
aseguró que la especificidad de las diversas enzimas está relacionada con la
estructura del sustrato (carbohidratos, grasas, proteínas) y sólo se ajusta a
una estructura determinada y bien diferenciada.
Combinar
correctamente los alimentos, además de permitir una correcta asimilación y
bienestar físico, hace que nuestra mente esté más lúcida y despejada, pudiendo
así desaparecer migrañas, alergias, estreñimiento, aerofagia y otros muchos
problemas de salud.
Algunas pautas a tener en cuenta:
- No
mezclar carbohidratos con ácidos (vinagre o limón).
-
No
mezclar legumbres (lentejas, garbanzos) con carbohidratos (patatas, arroz).
-
No
mezclar grasas (nata, mantequilla) con proteínas (carne, huevos, pescado).
-
No
mezclar proteínas con azúcares (excepto carne o pescado con piña, papaya o
manzana).
-
No
mezclar dulce con salado u oleaginosos (aceite, frutos secos).
-
Evitar
los postres después de las comidas.
-
Evitar
el agua, en la medida de lo posible, durante las comidas.
Algunos ejemplos de combinaciones
correctas:
-
Pasta,
arroz o patatas con verduras o ensalada (pero NO añadiremos vinagre ni limón).
-
Pescado
con limón.
-
Carne
o pescado con ensalada (en este caso sí añadiremos vinagre de manzana o limón
para acidificar el medio donde más fácilmente se digiere la carne).
-
Frutas
con yogurt o requesón.