miércoles, 1 de mayo de 2013

Relación entre alimentación, inmunidad, intestino y emociones.

Michael Gershon, Director del Dpto. de Anatomía y Biología Celular de la Universidad de Columbia de Nueva York, estudió los síntomas de los trastornos psicosomáticos expresados en el sistema gastrointestinal, relacionándolos con el sistema nervioso central. En el intestino delgado se sintetiza el 90% de la serotonina (hormona responsable de la sensación de bienestar y felicidad), así como otros neurotransmisores como la dopamina, la acetilcolina, etc. Estas neurohormonas constituyen el medio de comunicación que regula el movimiento peristáltico y la transmisión sensorial que nos hará sentir, pensar y actuar de una forma determinada.
 
La comunicación entre el intestino y el cerebro es bidireccional, es decir, que un intestino en mal estado provoca estados de ánimos negativos. Un miedo atroz, un trauma o una situación emocional que nos supera, puede provocar una diarrea, vómitos o un corte total de la digestión. Una sensación de soledad, una frustración sentimental o una baja autoestima, pueden provocar falta de apetito, digestiones lentas y pesadas, con hinchazón, dolor, flatulencias... La falta crónica de felicidad se manifiesta con un cuadro de ansiedad y una conducta compulsiva hacia la comida, en especial hacia los hidratos de carbono, ya que estos alimentos provocan una liberación rápida de hormonas y sustancias químicas que van del intestino al cerebro a través del torrente sanguíneo, atravesando la barrera hematoencefálica, induciendo una sensación transitoria y breve de satisfacción y bienestar. Pero cuando este despliegue de hormonas se agota, aparecen los problemas digestivos, se agrava la sensación de infelicidad (el nivel hormonal ha caído en "picado") y, en algunas personas, sobreviene un sentimiento de culpa que hace que lleguen incluso a provocarse el vómito (bulimia).
 
Cada vez que salgo a la calle me doy cuenta que las personas cada vez son más infelices porque veo cómo con la crisis están cerrando muchos negocios, sin embargo proliferan como nunca las pastelerías y las panaderías - cafetería. Estos negocios no tienen crisis sino que viven de ella, ya que se busca, inconscientemente, compensar la insatisfacción y la infelicidad con los hidratos de carbono y los azúcares, sin darnos cuenta de cómo caemos en la adicción.
 
Una vida estresante, con el tiempo, puede provocar enfermedades como la de Crohn, colon irritable, estreñimiento crónico, cólicos, espasmos gastrointestinales... Esta situación produce nerviosismo, irritabilidad, hipersensibilidad, mal humor y baja productividad tanto física como intelectual.
 
Algunas personas controladoras y perfeccionistas llegan a generar un estreñimiento crónico que va intoxicando lentamente todo el organismo, a través de la hiperpermeabilidad intestinal, agravando la irritabilidad, la ansiedad y el nerviosismo, provocando incluso lapsus de memoria, despistes, desorientación pasajera, etc.
 
Un intestino atascado por las heces también produce importantes cambios en la flora intestinal. En lugar de convivir con diferentes colonias de bacterias benéficas que favorecen el sistema inmunológico, se forman colonias patógenas como la temida Candida albicans que, en el caso de las mujeres, suele extenderse con gran facilidad desde el colon hacia la vagina pero también puede ascender por el aparato digestivo hasta la boca ("muguet"). En este estado es muy difícil que el intestino pueda absorber y sintetizar los nutrientes de los alimentos, dañándose las vellosidades que el intestino posee para este fin.
 
La flora nociva produce gas carbónico, metano e hidrógeno y estas bolsas de gas son las responsables de la hinchazón, flatulencias y gases. Ésto es lo que se produce también cuando mezclamos alimentos de manera incorrecta, incluso aunque sean de primera calidad. Este tipo de flora se "come" el terreno de la flora benéfica, debilitando nuestro sistema inmunitario e imposibilitando la síntesis de serotonina y de otras neurohormonas.
 
El olor putrefacto de las heces, así como una consistencia demasiado dura o demasiado blanda y un color demasiado oscuro, son indicadores de un intestino en mal estado y de una flora nociva. Es muy distinto el leve olor que produce una sana fermentación en un cuerpo sano del olor insoportable y denso que produce la putrefacción.
 
Aunque existen en el mercado productos prebióticos (precursores de la flora benéfica) y probióticos (que la contienen) que funcionan muy bien, lo ideal es adquirirla a través de una correcta alimentación. De lo contrario, estaríamos incurriendo en el mismo error de la medicina alopática que sólo observa el síntoma y lo "tapa" o elimina poniendo un parche (medicamento sintomático), con la única diferencia que en lugar de utilizar sustancias químicas que provocan efectos secundarios adversos estaríamos utilizando sustancias naturales que no provocan daños colaterales. Este tipo de actuación se debe llevar a cabo sólo en caso necesario, de manera transitoria y mientras se busca y corrige el problema original.
 
Como dato curioso, nuestra flora intestinal, aunque sufrirá variaciones a lo largo de la vida, se determina en el momento del nacimiento. En un parto natural, cuando la madre está sana, las bacterias benéficas de su flora vaginal pasan al bebé que, hasta ese momento, tenía un tubo digestivo estéril. Por eso la alimentación y el estado del intestino de la madre influirá en el sistema inmunitario del bebé y también, como he explicado antes, en su equilibrio emocional. Los bebés nacidos por cesárea tienen más probabilidades de  adquirir la microflora patógena del entorno, ya que los hospitales están poblados de bacterias resistentes a los antibióticos, especialmente el Staphylococcus aureus. Estos niños son también más vulnerables a la inoculación del peligroso mercurio y otros metales pesados utilizados como excipientes en las vacunas, de ahí que cada vez un mayor número de padres decidan no vacunar a sus hijos. Es posible que la llamada "muerte súbita" del lactante tenga mucho que ver con este tema que está provocando tanta controversia hoy en día.
 
Un consumo excesivo de carne, quesos muy curados, leche y monosacáridos (azúcares simples de alimentos refinados) también destruyen el equilibrio intestinal, provocando enfermedades cardiovasculares, trastornos digestivos, metabólicos, del sistema nervioso, etc.
 
Como vemos, el cuerpo humano está compuesto por una parte física que, a su vez, está compuesta por múltiples órganos, sistemas y funciones, todas ellas interconectadas e interdependientes unas de otras y por otra parte emocional y psíquica totalmente dependiente del cuerpo físico, ya que en función de cómo éste se encuentre el cerebro recibirá unas sensaciones u otras y viceversa: en función de lo que pensamos y sentimos nuestro cerebro enviará una respuesta determinada a determinados órganos corporales, pudiendo entrar en un círculo vicioso que sólo podemos romper cuando encontramos la causa original. Y es aquí donde reside la principal diferencia entre la medicina alopática o convencional y la comunidad científica médica, que divide y secciona para enfocarse en las partes por separado, sin relacionarlas con las demás, dando lugar a multitud de "especialidades", alejándose cada vez más de la visión global y holística que nos permite entender al ser humano como un complejo todo indivisible. Es como si tenemos una gotera en casa y en lugar de investigar de dónde procede el agua nos limitamos a poner un cubo debajo e irlo vaciando cada vez que se llena. Suena estúpido ¿verdad? pues ésto es lo que se hace cada vez que nos duele la cabeza y nos tomamos un analgésico o tenemos una diarrea y el médico nos receta un medicamento destinado a cortarla ¿y qué pasará entonces con esa toxicidad acumulada que había encontrado una forma de salir?

Algunos autores, como la doctora Irina Matveikova en su libro "Inteligencia digestiva", hablan del intestino delgado como nuestro "segundo cerebro". Las imágenes valen más que las palabras:

 

Para conocer con más detalle los diferentes neurotrasmisores (hormonas), sus funciones y la repercusión que tiene su carencia a nivel píquico y emocional, puedes leer el siguiente artículo: